lunes, junio 18, 2012

La Pena

Mi lugar predilecto, dentro de los límites capitalinos, es el escenario que nos brinda _hasta ahora gratuitamente_ nuestro  hermoso Mar Caribe.
Voy allí en busca del sonido de mis adentros, de la compañía de mis pensares y de la ternura del viento que junto a los bocinazos de las cercanías, contrastan con el va y ven del (muchas veces) fuerte oleaje, el corre corre de los pescadores y el trote de algunos que prefieren el litoral para ejercitarse.
Una tarde, tan especial como todas las otras en las que he estado ahí, rompe con lo acostumbrado una figura sentada en un banco de cemento a orillas del acantilado. Un señor, con elegante sombrero, chacabana blanca y bastón, como sacado de un clásico. Su presencia me da tanta curiosidad que no me permito respetar su privacidad y en un impulso, que todavía hoy no sé de donde vino,  voy hacia él con una certeza asombrosa de que seré bien recibido y... acerté.
-Te gusta el mar?
 me dice recibiéndome prematuramente, escasos pasos antes de estar frente a él.
-Si, mucho!
le respondo dejándole ver (creo) mi sorpresa ante el inicio de una conversación, al tiempo que termino de aproximarme y me siento a su lado.
-Y por qué te gusta?
-por qué?
-Si, por qué te gusta el mar?
Vacilé un poco para contestar y me interrumpió diciendo:
-Pocas personas sabrían contestar esa pregunta. No es algo que uno se pregunte regularmente, es mas, puedes vivir una larga vida sin que se presente la oportunidad de que alguien te la formule y mucho menos que tu mismo te hagas esa pregunta.
-Me permite ser grosero y devolver la pregunta?
-No, no es ninguna grosería, aunque aprecio tu consideración y buena formación.
la respuesta en bien sencilla, errónea pero sencilla.
-Si?
-Nos gusta el mar porque nos ayuda con la pena. Por alguna razón inexplicable, estar cerca del mar nos hace creer que se nos alivia cualquier pena y sabes que?
Guardé silencio esperando ansiosamente una inmediata respuesta, pero haciendo un gesto que le permitiera comprender que me interesaba sobremanera su punto de vista.
Es un soberano disparate!
Enfatizó dando con firmeza sobre el piso con su bastón.
La pena, mi querido “jovencito”, es el error mas frecuente, estúpido e irrespetuoso en el que incurren los seres humanos.
-Irrespetuoso?
-Si y te lo explico: Voy a intuir que eres un muchacho inteligente, no me interesa si eres religioso o no, es lo de menos, pero Dios existe, creas o no creas en él .
A este momento, ya mis oídos le pertenecían totalmente y empezaba a vislumbrar que nuestro encuentro resultaría ser una experiencia trascendental, por lo que lo dejé continuar inmediatamente con su interesante punto.

La vida se trata de esto: “Aprender lo mas que puedas en el tiempo que tengas”
No es mas ni menos. Entonces, suceden una serie de situaciones que acontecen para que aprendas de ello; pero como tenemos “libre albedrío” podemos retardar (jamás, evitar!) o alterar el orden del proceso, ignorándolo, descuidándonos, entreteniéndonos; aunque solo durante un tiempo. Todo esto toma sentido “Dándonos cuenta” o llegado el momento “indicado”, mediante una serie de experiencias que van afectando tu vida de una forma tal, que aprendas todo el material que conlleva y te permita escalar por este peldaño de tu existencia...
Entonces, mi querido Jovencito... de que sirve sentir lástima por alguien que aprende?
De que sirve compadecerse por alguien que cumple con lo que tiene que hacer?
A caso no es irrespetuoso sentir pena por el deber o responsabilidad que alguien desempeña?
No es eso menospreciar?

La claridad con la que pude ver lo irrefutable de su explicación, me dejó en un silencio catatónico que me impidió emitir palabra alguna por un largo rato. Su punto era espantosamente cierto y empecé a sentirme muy ignorante y avergonzado. Tal parece que los colores me subieron a la cara, porque al cabo de unos minutos el señor me dijo:
-Mucho cuidado con lo que sientes, mira que la pena... es una mierda! y se rió marchándose.

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