martes, marzo 30, 2010

¿De qué me quejo?

No me importa si puedo o no escribir; lo que sí, es que aquí estoy, dentro del ruido que causa el pensamiento que provoca la soledad de una comida sin compañía de mesa. El crujir de tenedores y cuchillos, miradas perdidas con el movimiento de las quijadas rítmicamente anestesiadas por el transcurrir de la cotidianidad. La mente en blanco satisfecha solo por la llenura del estómago. Prisioneros de una cárcel con techo azul inalcanzable, de verdes paredes a punto de caer y cucarachas de metal que inundan de daño con su aroma fabricado.

Todo suena inconformista ¿verdad?, pero no. Es solo una observación desnuda de compasión arropada por un frio análisis inofensivo; aunque anti catarsis.

Me resulta interesante el comportamiento ignorante de los dueños del mundo, Reflejando un falso control magistral que confunde hasta la naturaleza misma de la verdad. En este momento, adoro la tecnología que me brinda facilidad de aislamiento, dándome la oportunidad de gobernar a mi antojo lo que mis oídos pueden escuchar y me decido por la música, El Jazz. No puedo dejar de observar los muy bien vestidos de saco y corbata (!) que tratan incansablemente de alimentar lo establecido por mentes anteriormente calificadas como correctas.

Habito ciegamente mi lugar en este mundo sin llegar a comprenderlo en absoluto. Me entretiene la encrucijada que deambula en los pantanos de la imaginación, sola o siempre mal acompañada. Me transporto en su carruaje sin caminos definidos y con manos que se extienden por todo lo largo, implorando las mentiras o verdades que les puedan confesar. Sin alivio existente, voy mirando el sufrimiento que se tira repentino desde todos los lugares que domina el horizonte. No reclamo ni un pedazo del trayecto por temor a que me sea otorgado sin posibilidad alguna de retornarlo. ¿Y de qué me quejo?

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